Uno de los datos más llamativos que nos deja la tragedia de Valencia es que casi la mitad de las víctimas mortales (104 de las 216 registradas hasta ahora) tenían 70 años o más. La información facilitada por el Centro de Integración de Datos constituido por la DANA revela que en el episodio de hace quince días murieron 15 personas de más de noventa años; 52 de más de ochenta y 37 de setenta años o más. En opinión de Carmelo Gómez, que es miembro del grupo de Ética de la Sociedad Española de Geriatría, es una clara demostración de que, en una emergencia de este tipo, nadie se acuerda de las personas mayores.Como nos recuerda Carmelo Gómez, hablamos de un colectivo especialmente vulnerable ante un desastre natural. Muchos, residen en viviendas que no reúnen las mejores condiciones. Y sus condiciones físicas juegan en contra de sus posibilidades de escapar de una amenaza de este tipo.Si alguna enseñanza deberíamos extraer de lo ocurrido es que sería muy conveniente que los planes de evacuación contaran con censos actualizados de mayores que viven solos. Censos que identifiquen no sólo la ubicación y condiciones de sus domicilios, sino también con qué tipo de apoyo familiar pueden contar ante una emergencia.Pero Carmelo Gómez no es especialmente optimista. Los hechos demuestran que la adopción de medidas de este tipo suele ser lenta, incluso cuando se cuenta con la experiencia previa de un desastre. Una buena prueba la encontramos en la situación de las residencias de mayores: ni siquiera después de lo ocurrido durante la pandemia se han elaborado planes de evacuación realistas, que permitan desalojar esas instalaciones de manera rápida y eficaz. Lo vimos hace unos días en una residencia de Benetússer, en la que el personal tuvo que poner a salvo a los ancianos subiéndolos a pulso hasta la primera planta.